7 enero, 2012
Siddartha Gautama nació en la India, muy cerca de lo que hoy es Nepal, en el siglo V a. C. Vivió como un príncipe y renunció a sus privilegios cuando entró en contacto con el dolor y la muerte, circunstancias que le impulsaron a investigar sobre el sufrimiento de la vida. Tomó la firme determinación de sentarse a meditar bajo un árbol -en la ciudad de Gaya- sobre el origen y la liberación del sufrimiento, y un 8 de diciembre a la edad de 35 años alcanzó la “Suprema Iluminación”. Buda significa: “el que ha despertado”.
Después de su muerte, su linaje espiritual y sus enseñanzas se fueron expandiendo, en su mayor parte en la India, China y Japón. Buda despertó a su naturaleza original y nos trasmitió su sabiduría, fruto de su experiencia, para una auténtica liberación del sufrimiento, para que caigamos en la cuenta de nuestra naturaleza original y seamos lo que verdaderamente somos. Todos somos Buda.
Hay varios tipos de Budismo: el original o Hinayana, el Mahayana (zen) y el vajrayana o budismo tibetano, cuya esencia es la misma pero se diferencian en las formas. El Budismo propone un cambio de visión, del exterior al interior, con una fórmula concreta: la toma de Refugio en la vida cotidiana. La base es el desarrollo de la atención y la concentración en la práctica de la meditación para acceder al ser interior, a la naturaleza búdica.
Toma de refugio
El acto de toma de refugio define el paso a convertirse en budista y está presente de un modo universal en todas las formas del budismo. El budismo es una religión de carácter no teísta, no hay un salvador externo sino que los tres tesoros: Buda, Dharma, y Sangha sirven como modelo, inspiración y guía.
Tomar refugio en Buda se refiere no al Buda histórico, ni a Dios, sino a nuestra propia naturaleza despierta que permanece latente en nuestro corazón. La ignorancia de esta naturaleza es como las nubes que cubren el sol, pero el sol siempre está presente, aunque no lo veamos. Las nubes son la ilusión del yo, nuestro ego o falso yo, que no se cansa de producir contenidos mentales pero que en realidad es inexistente.
Buda es el ser despierto, el potencial de nuestra naturaleza primigenia, inmutable, eterna. El recipiente de todas las virtudes -amor, compasión, bondad, generosidad, humildad- capaz de liberarnos. Un tesoro escondido detrás de los pensamientos y emociones recurrentes, tan cerca que no lo vemos. Buda es nuestra naturaleza original, nuestro anhelo más auténtico para liberarnos del sufrimiento y la ignorancia, y encontrar la paz y la felicidad.
El Dharma es el camino del encuentro con nuestro ser interior, el conocimiento de la verdad, el sendero de vuelta a casa. Tomamos refugio en el Dharma, en las experiencias y enseñanzas de quienes nos han precedido en el logro de la realización de nuestro verdadero Ser.
La Sangha son los compañeros y guías del camino, la comunidad espiritual que busca su Ser interior, fuente de apoyo mutuo y bienestar psicológico que nos acompaña en el viaje hacia el despertar.
Con la toma de refugio manifestamos que dejamos de buscar refugio en un Salvador, en la pareja, en la familia, en los amigos, en los hijos, en el éxito, en las posesiones o las adicciones y tomamos refugio en la búsqueda del amor, la bondad y la compasión, en la verdadera felicidad y no en sus sustitutos. El verdadero refugio está en el interior de uno mismo.
El sufrimiento es inherente a la vida
Si somos sinceros reconocemos el dolor y el sufrimiento de nuestra existencia. El dolor tiene su origen en el apego a lo que inevitablemente cambia. Todo en la existencia es impermanente y transitorio. Lo único permanente es nuestra naturaleza original.
Los tres venenos: el apego, el rechazo y la ignorancia de quienes somos son el origen del sufrimiento humano. El propósito de Buda fue mostrarnos el camino de liberación. Tenemos un precioso cuerpo humano que posibilita la conciencia de nuestra naturaleza búdica, para despertamos a nuestra esencia. El ego, el pequeño yo, es en realidad una ilusión de control y permanencia, es nuestra falsa identidad y causa del sufrimiento.
El Budismo está basado en la experiencia de la impermanencia y finitud de todos los fenómenos: “Todo lo que está sujeto a nacimiento esta sujeto también a desaparecer”. Todo es pasajero, efímero. La esencia de su práctica es vivir el momento presente, lo único que existe.
Las paramitas son las principales prácticas del bodhisattva: generosidad, honestidad, paciencia, perseverancia, atención y discernimiento.
El espíritu del Bodhisattva
Un Bodhisattva es un ser que vive despierto, con el corazón abierto, que se compromete a aliviar el sufrimiento de los demás y a transformar la realidad en la que vive, en armonía con la naturaleza. Es un ser que asume la responsabilidad de salvar a todos los seres y ayudarles a realizar su naturaleza búdica. Todos podemos cultivar el espíritu del Bodhissatva practicando la presencia amorosa, la bondad, la humildad, la generosidad y la compasión. Escuchando el dolor de los que sufren con comprensión y compasión, con un corazón abierto exento de juicio.
Solo podemos alcanzar una auténtica satisfacción en la vida despertando a la nuestra naturaleza original. Nuestra vida es consecuencia de nuestras acciones, surgidas de nuestros pensamientos, palabras y emociones, seamos conscientes de ello o no. Todo en el cosmos está interconectado y nuestras acciones tienen una reacción.
La visión Budista habla de la interdependencia de todas las cosas y la responsabilidad mutua. Es el principio de la Relatividad Universal. El mundo está en crisis, una crisis económica y también de conciencia. La sociedad egocéntrica, individualista, materialista, consumista y hedonista que hemos construido se está desmoronando. Ahora tenemos una oportunidad para renacer a una sociedad solidaria, ecológica, cooperadora y compasiva. En el Budismo se habla de la Red de Indra. Todos los seres formamos una red interconectada; una red donde en cada nudo hay una piedra preciosa –un ser humano- cuya experiencia se refleja e ilumina todas las demás. Nada nos es ajeno. Todos somos uno.
Las cuatro nobles verdades son el corazón de las enseñanzas de Buda:
1. La vida es sufrimiento.
2. El sufrimiento se origina del apego al deseo, el rechazo y la ignorancia.
3. El sufrimiento puede extinguirse, extinguiendo sus causas.
4. Para extinguir el sufrimiento debemos seguir el óctuple sendero y las seis paramitas.
Texto original © Ascensión Belart.
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