El espectáculo del ocho en la Catedral de Mallorca

22 marzo, 2012

 

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Cada año el 2 de febrero, fiesta de la candelaria, y el 11 de noviembre, fiesta de San Martín, ocurre un fenómeno espectacular en la Seu, la Catedral de Mallorca. Si  hace sol a partir de las 8 de la mañana el reflejo del rosetón mayor  se coloca justo debajo del rosetón de la fachada principal, lo que algunos llaman el espectáculo del ocho.

La palabra rosetón deriva de Rosa, la rosa mistica; el rosetón es el oculus, el ojo gótico. Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo”, lumen de lumine, luz de luz.  El rosetón de la Seu está formado por 24 triángulos equiláteros, tiene 40 metros de altura, 12.20 metros de diámetro, y un total de 1236 piezas de cristal coloreado. Es el rosetón más grande de la cristiandad.

Me encanta este fenómeno por lo que significa para mi el ocho. Yo trabajo con los ochos, mis clientes saben lo que es “ser un ocho”, me sirven para explicar las relaciones simbióticas y las sanas, y el trabajo que vamos a hacer en terapia: el trabajo de individuación. El ocho en numerología cabalística es el número de la transformación, el poder, el nombre no pronunciable de Dios. El ocho es la unión entre la materia y el espíritu, la sabiduría infinita, símbolo de amor y amistad. El número de la suerte en la cultura China, que al inclinarlo se convierte en infinito.

Cada persona es un ocho en potencia, pero es un ocho incompleto con sus vacíos, miedos y carencias. Los símbolos de la fig. 1 representan una relación interdependiente, sana y los de la fig. 2 una relación simbiótica o de fusión. Los ochos completos son dos seres cada uno con su circuito energético: la energía fluye por uno mismo sin interrupciones. Seres en proceso de ser completos -y no medias naranjas- unidos por el símbolo del infinito, que representa la relación, la eternidad, el lazo de amor espiritual también llamado santo ocho.

                  fig 1                                                                                                                                                                                                      fig 2

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Los dos círculos que forman un 8 son la parte mental y la parte emocional, la parte adulta y la parte niña de una persona. En Análisis transaccional sería el estado de padre-adulto y el de niño. Cuando están bien dibujados, completos como en la fig 1 hablamos de una persona integrada, madura, que se hace cargo de sí misma. En el caso de la figura 2 los ochos incompletos simbolizan dos personas que se fusionan y se unen por dos trazos que simbolizan el apego y el rechazo, y juegan juegos de control, manipulación y posesividad.  La exigencia y la dependencia matan el amor y son fuente de sufrimiento. El ego se impone dejando apenas sitio a la esencia.

Las medias naranjas están destinadas a desaparecer, hoy la simbiosis es insostenible. La Vida nos impele a un proceso de individuación, a establecer el propio centro y como soles que somos girar en un movimiento de rotación sobre el propio eje, y no en un movimiento de traslación alrededor del otro. El proceso evolutivo de la humanidad lo precisa, todo parece indicarlo. Así lo veo y una y otra vez en consulta. Así lo encuentra Eva Pierrakos en su libro “Del miedo al amor”.

La mayoría de nosotros vivimos relaciones dependientes. No son muchos aunque va creciendo el número de personas que en algún momento de su vida, especialmente  después de sufrir las relaciones de dependencia se dan la oportunidad de crecer, madurar e ir incorporando sus partes carentes, excluidas, sus miedos, limitaciones, mecanismos de defensa, heridas de infancia; su dificultad con  sentimiento de soledad, la falta de  integración de sus diferentes aspectos, la aceptación de la sombra.

Y a partir de ese trabajo de individuación, de maduración, de desarrollo hacia la conciencia en el que uno decide hacerse cargo de si mismo plenamente y desarrolla sus propios recursos, es decir, deja de manipular al otro y aprende a sostenerse a nivel emocional, intelectual y económico, entonces puede empezar a relacionarse con otra persona de igual a igual y con suerte desarrollar una relación de alma a alma basada en la confianza, la libertad, el apoyo mutuo y el respeto.

Una relación en la que revelar la propia alma, ese espacio infinito y eterno por conocer y descubrir. Es el mito del hierogamos, la pareja arquetípica en la que ambos han integrado el aspecto masculino y el femenino, así como la sombra y la luz. Sin duda, es un espectáculo encontrarse con “un ocho”. Es una rara avis, un mirlo blanco. En otra nota hablaré sobre las relaciones entre personas en proceso de individuación.

Llegado a este punto es interesante también recordar que un rosetón es un Mandala. El mandala es un símbolo de transformación de procedencia oriental, círculo universal que representa el arquetipo de la totalidad psíquica. Mandala significa círculo en sánscrito. Es una manifestación de las imágenes universales de orden y unidad, y es símbolo del Sí mismo o centro de la persona. El círculo trasmite la idea de la unidad de la eternidad sin principio ni fin. En lenguaje astrológico el Sí mismo se representa como un círculo pequeño dentro de otro círculo , es la conciencia e individualidad.

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El Sí mismo es pues la representación simbólica de la totalidad de la que venimos en el principio de la existencia y a la que volvemos, la que finalmente alcanzamos. El proceso de búsqueda interior es un sendero sin fin, un ascenso a la visión más elevada de uno mismo, un intento por recobrar la naturaleza original perdida y un trabajo de alquimia. El proceso de individuación constituye el aspecto central de la psicología de Jung, y el Sí mismo el centro de su mito personal.

La individuación es para Jung «el proceso en que una persona se convierte en un in-dividuo psicológico, es decir, una unidad o totalidad separada e indivisible». Es un proceso de integración de lo inconsciente en el consciente que proporciona propósito, significado, finalidad y dirección. La verdadera individualidad es el resultado de un esfuerzo por hacer conciencia. En los niveles más profundos impera la necesidad de ser una totalidad, cuyo sentido último busca la unión con lo numinoso o sagrado.

El Sí mismo es el centro del Ser, la imagen verdadera de nosotros mismos, la unidad de crecimiento de la persona, el principio unificador, organizador y guía que proporciona dirección y sentido a la existencia. Es a la vez expresión de la individualidad y de la totalidad; para algunas visiones místicas tanto orientales como occidentales, supone la encarnación de la divinidad en el ser humano.

Un mandala es también el gráfico de la carta natal, que contiene la totalidad del individuo y sus posibilidades. Es el mapa del cielo en el momento del nacimiento, del instante del soplo del aliento divino que expresa lo que, en última instancia, anhela nuestro Ser más profundo.  Otros símbolos del Sí mismo son el sol, la flor de diente de león, el brillante, el diamante, el calidoscopio con el que jugábamos de niños, el símbolo del ying y el yang, el masculino y el femenino interior.

El proceso de individuación es también tema central de mi trabajo en consulta.  Y para ello me sirvo de los ochos, juego con los ochos para trasmitir a mis clientes donde se encuentran y a donde pueden dirigirse. El proceso de convertirse en un individuo completo, maduro y libre.

Texto original © Ascensión Belart.

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