6 septiembre, 2012
La delicadeza (2011), de David y Stéphane Foenkinos, es una película que me han recomendado dos personas que vienen a hacer terapia conmigo, así que he ido a verla. Es una película ligera y tierna que muestra algunas cosas nuevas. Y la actriz Audrey Tautou siempre resulta en la gran pantalla…
¿Qué sucede cuando en la vida se sufre un corte radical, lo inesperado, la muerte? Una pareja feliz que de pronto se termina. Luego un tiempo de duelo, en stand by, un tiempo aparentemente estancado. Ella se vuelca en el trabajo para superar la pérdida, como haría un eneatipo 3 del eneagrama, y consigue ascender y ser coordinadora de grupo. “Soy extrañamente fiel al pasado, me cuesta moverme y seguir adelante”, dice ella.
Llama la atención lo “sano” que es el personaje de ella, la relación que mantiene con sus padres, con los que puede contar y en quien puede apoyarse, y con su pareja, con quien vive una relación amorosa y respetuosa. Incluso es sana y autoafirmativa la actitud con su jefe -quien no para de tirarle los tejos- a quien sabe poner muy bien los límites.
Cuando empieza a conocer a un compañero de trabajo -del que es su jefa- una vez ha pasado un tiempo para resolver su duelo, su actitud también es sana en el sentido de estar abierta a la vida, sin demasiados prejuicios. Se permite conocer a alguien que de entrada “no le pega”, no encaja con ella, pero con quien va conectando por su actitud delicada, respetuosa y divertida. Y algo fundamental, el muestra interés, el la quiere conocer… aunque tenga miedo y salga literalmente corriendo.
El no es lo que se espera para ella, no es guapo, es inseguro, le faltan recursos para ligársela… pero tiene algo que a ella le va gustando. El llega a su “niña interior” con un regalito que le recuerda a su infancia. Avances, retrocesos, acercamientos y el miedo que sale como un resorte. El miedo a enamorarse, a abrirse al otro, a exponerse, a arriesgarse a ser herido, a volver a perder… como nos ha pasado a todos.
¿Qué te gusta de ella? le preguntan, y él contesta: “Me dejó ser la mejor versión de mi mismo”. Es un buen síntoma, un buen indicio de lo que puede llegar a ser la relación.
Ella baila y se suelta, se prepara para volver a la vida, para volver a abrir el corazón. Los amigos y compañeros de trabajo no lo entienden, les molesta, el no es para ella, no cumple sus expectativas, no dan crédito a lo que está pasando entre ellos. A su abuela, sin embargo, le gusta: “Lo sentí, tiene buen fondo”. Porque el es bueno, no la quiere poseer ni anular, quiere hacerla feliz con sus bromas y sus detalles… aunque tenga miedo. Muchas mujeres tienen que experimentar malas relaciones para empezar a valorar la bondad. Ella comprende que tienen que proteger la fragilidad del inicio de su relación de las envidias e interferencias de los compañeros de trabajo y amigos.
El la “ve” en el jardín de su infancia, ve su vida, su proceso, incluido el dolor de la pérdida de su pareja y decide entregarse a la relación sin reservas, afrontar sus miedos. El parece un eneatipo 6 del eneagrama. “Y fue allí donde decidí descansar en el corazón de todas las Natalias”.
En la vida hay un momento en el que hay que atreverse a soltar prejuicios, miedos, estereotipos y condicionamientos: ver detrás del velo de lo ilusorio e ir a lo esencial. Porque como dijo el Principito: “Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.