7 marzo, 2014

© Aina Climent Belart
Las ideas locas es un término que se utiliza en el Programa SAT (Seekers after true) de la Fundación Claudio Naranjo y se refiere a los pensamientos inconscientes y distorsionados, las ideas irracionales que no representan la realidad objetiva y son la base de nuestra neurosis. Son creencias sobre la vida, sobre uno mismo y los demás subjetivas y parciales, que se forjaron en la infancia y determinan gran parte de nuestra percepción y los patrones de conducta.
Las ideas locas son fijaciones cognitivas equivocadas sobre la realidad que condicionan nuestra vida. Son generalizaciones a partir de sucesos que nos hicieron daño, introyectos de lo que nos contaban nuestros padres cuando éramos niños. Es interesante hacerlas conscientes, pescarlas entre el flujo del pensamiento y explicitarlas para diferenciarlas de las ideas o creencias sanas, algo más objetivas y realistas. Es bueno verificar si nuestras ideas sobre el mundo son o no verdad y no darlas por hecho, como solemos hacer.
Generaciones de hombres se han criado bajo la consigna de “Los niños no lloran”. La realidad es que los niños lloran, tienen lacrimales igual que las niñas, y el hecho de no poder llorar ha condicionado en gran medida su vida, ya que se han visto obligados a reprimir su sentir, a anular su parte emocional. Las lágrimas alivian el dolor que todos los seres humanos sentimos y ayudan a elaborar las emociones para poder trascenderlas.
Cada eneatipo del eneagrama se ha construido una manera de situarse en la vida, su visión, su concepción de la realidad y sus creencias limitantes. Veamos algunos ejemplos orientativos de ideas locas según los diferentes eneatipos:
- Solo si soy perfecto soy digno de amor. El deber es más importante que el placer. Es necesario sacrificarse para hacer las cosas bien. Yo tengo la razón, los demás se equivocan. Tengo que controlar mis emociones.
- No puedo soportar el dolor así que lo evito cueste lo que cueste. No necesito del otro, son los demás los que necesitan de mí. Seduzco, luego existo. Soy mejor que los demás y tengo mucho amor para dar. Para ser feliz tengo que ser importante.
- No me quieren por lo que soy sino por lo que hago, por eso me esfuerzo por hacer muchas cosas y hacerlas bien. Mi valor depende del reconocimiento de los demás. Si no me ven, no existo. Solo si tengo éxito y prestigio seré feliz.
- Es mejor quejarse que pedir. Los otros valen más que yo y hacen mejor las cosas por eso no merezco ser feliz ni que me amen. El mundo es un valle de lágrimas. Si me aíslo y muestro triste se interesarán por mí.
- La soledad es mi refugio. Si doy me quedo vacío, si me muestro me van a dañar, si confío el otro me va a traicionar. El conocimiento es mi seguridad. Es mejor pensar y entender la vida que sentir, las emociones son una fuente de problemas.
- El mundo es un lugar peligroso, tengo que protegerme de él. Es mejor no tomar decisiones para no correr el riesgo de equivocarme. Tengo que ser responsable y aceptar las normas del grupo para ser aceptado. Si muestro mi enfado la relación se termina.
- Soy feliz cuando hago lo que quiero, no me comprometo y tengo muchos planes. Hay que ver el lado positivo de la vida, además los demás me quieren cuando les divierto. El sufrimiento es inútil, es mejor disfrutar, reír y huir de los conflictos.
- El mundo es una jungla donde solo sobreviven los fuertes. Es mejor no confiar en nadie para no sufrir decepciones. Las reglas están para romperlas, si quiero algo voy a por ello. En la vida hay que ser fuerte y enfrentarse cuando haga falta. Si me temen me respetarán.
- Para que me quieran tengo que ser complaciente y sacrificarme por los demás, por eso nunca digo que no. Las necesidades y deseos del otro son más importantes que los míos. Me mantengo activo para no sentir. Para ser aceptado tengo que adaptarme a los deseos del otro.
Y sin embargo, en algunas ocasiones, en determinadas circunstancias, tal vez en estados alterados de conciencia en los que abrimos nuestra percepción más allá de nuestra visión condicionada intuimos el antídoto sanador, experimentamos las Ideas Sanas, sentimos, percibimos, vislumbramos que:
- Cuando acepto las cosas como son y no me opongo a la realidad fluyo con la vida y me siento bien. Cuando acepto que los demás tienen sus razones y puntos de vista me relajo. Cuando dejo de exigirme experimento que todo es perfecto. Cuando soy espontáneo disfruto de la vida y los demás hacen lo mismo.
- Cuando acepto que algunas personas me quieren y otras no, no necesito hacer tanto esfuerzo para seducir. Si acepto que la vida es dolor y placer dejo de luchar contra la realidad. Me va bien aceptar que yo también necesito de otros, así puedo reconocer mi necesidad y pedir ayuda.
- Me conviene aceptar que el fracaso forma parte de la vida. Soy feliz cuando me olvido de mi imagen y soy sincero con mis emociones y necesidades. Cuando me reconozco y me valoro a mí mismo no necesito el reconocimiento ajeno. No se puede contentar a todo el mundo, no tengo que ser tan eficaz, no todo depende de mí.
- Cuando soy feliz me doy cuenta de que la vida es también gozo y plenitud. Soy uno más, soy igual de bueno que los demás. Puedo pedir lo que necesito, no por quejarme me va mejor sino todo lo contrario. Cuando soy agradecido las cosas me fluyen de manera asombrosa. Cuando soy generoso y benevolente soy feliz.
- Puedo tratarme con generosidad y abrirme a la vida y al amor, y disfrutar de la compañía y el apoyo de otros. Es bueno para mí estar conectado a mi cuerpo, mis emociones y necesidades. Mi propia experiencia y la de los demás es una fuente de conocimiento. Me conviene superar el miedo y confiar en los demás.
- A veces percibo que el mundo no es un lugar tan peligroso y que puedo abrirme a la vida. Confiar en la vida me da valor y fuerza y me abre las puertas. La seguridad reside en la experiencia de conexión conmigo mismo. Cuando muestro mis emociones soy querido y me siento unido a los demás. Cuando confío y soy espontáneo la vida me sonríe. Cuando hago lo que temo el miedo desaparece.
- Cuando intimo de verdad disfruto más profundamente de mis relaciones. Cuando acepto la realidad como es sin intentar manipularla fluyo con la vida y ésta es verdaderamente mágica. Cuando concentro mi energía saco más partido que cuando me disperso en miles de planes. Puedo aceptar los aspectos dolorosos de la vida y eso me enriquece.
- Soy un ser como todos, también soy vulnerable. Disfruto de la ternura y puedo dejar que me cuiden y me apoyen. Me conviene sentir compasión en lugar de venganza. Me gusta experimentar el amor de los demás en lugar de que me teman. Si respeto y valoro a los otros recibo lo mismo de ellos.
- No es egoísta pensar en mí, es bueno cultivar el amor por mí mismo y pensar en mis necesidades. El amor por uno mismo es la base del amor verdadero. No sucede nada si me enfado, si digo no a lo que no me gusta y hago aquello que me apetece. Está bien ayudar a los demás y no complacerlos por sistema.
Hay creencias generales y otras específicas para cada tipo de personalidad. Éstas últimas son estrategias con las que el ego se ha defendido y autoafirmado desde la infancia. El sistema de creencias proporciona seguridad, una estructura mental que apacigua el miedo al vacío, el miedo a no ser amados. Con el tiempo experimentamos que estamos atados por nuestras creencias, de qué manera nos condicionan y limitan. Libérate de tus fijaciones y creencias limitantes, libérate de tus ideas locas en primer lugar observándolas y luego interioriza otras creencias alternativas que te abran posibilidades, y ponlas a prueba.
Una buena tríada de creencias que proporciona apertura y posibilidades la aprendí hace muchos años cuando hice la formación en Programación Neurolingüística (PNL). Se anclan las tres juntas en el cuerpo, reviviendo experiencias análogas. Son: “Todo es posible”, “merezco”, “tengo todas mis capacidades a mi disposición”. Todos hemos vivido momentos en los que lo hemos experimentado. Las buenas creencias abren la mente, expanden el corazón y amplían el horizonte personal. Nos sitúan en un camino de libertad, aprendizaje y crecimiento personal. Al liberarnos de las cadenas y mordazas que nos oprimen nos sentimos realmente vivos, recuperamos la parte instintiva y la creatividad. Despertamos a nuestro rostro original. Nos abrimos a la realidad del instante con la frescura con la que un niño mira el mundo.
El alma aspira a su plena realización. El proceso de individuación consiste en liberarse de todo aquello que nos impide ser lo que en esencia somos. La plenitud que estamos buscando no se encuentra en el futuro, está aquí y ahora, en la experiencia presente. En nuestra mano está contribuir a que eclosione el verdadero Ser, abrir los barrotes de la jaula para que despliegue su vuelo.
Cada uno tiene en sí la imagen
de aquello en que se debe convertir.
Mientras no lo haya realizado
su felicidad no es perfecta.
Texto original © Ascensión Belart.