Lo nuevo es un territorio virgen, inexplorado, es un salto cualitativo a otra dimensión. Lo nuevo ensancha la perspectiva, es estimulante, está vivo, es pleno. Es un sendero desconocido que requiere estar atento y despierto. Lo nuevo tiene otro sabor, otros sonidos y olores, nos deja perplejos, alegra y enciende el corazón.
Ahora bien, primero hay que atreverse a morir, a soltar, a atravesar el tránsito del caos. Morir a las rutinas, a los hábitos, tener el coraje de decir “adiós”. Soltar la vieja piel para que aparezca otra reluciente. Lo nuevo exige la muerte de lo viejo, abandonar lo que hasta ese momento nos sostenía. Lo nuevo tiene un precio que hay que pagar por adelantado: un salto de fe que a su vez genera una gran confianza. Tienes que creer que puedes, que te lo mereces. El alma anhela su lugar, busca expandirse, reorientarse, ir más allá. Nuestra esencia nos guía. Lo nuevo persigue servir a la Vida, servir a un propósito que es una “octava superior”, buscando una meta más incluyente y abarcadora.
Lo nuevo posibilita que la Luz brille desde el interior, entonces tomamos conciencia y vemos la luz reflejada en el exterior, en las abigarradas y coloridas nubes del firmamento. Lo nuevo es un frío amanecer de diciembre donde el sol pugna por nacer entre nubes doradas y rosas. Lo nuevo energetiza, ilusiona, entusiasma. Es altamente vibratorio, es expansivo, se contagia como la risa, no puede contenerse, se ha de compartir.
La alegría y la confianza se retroalimentan a si mismas, generan un círculo en el que todo fluye. Es preciso estar atento a las sincronías y a la vez escuchar al corazón para propiciar el salto cuántico. Lo nuevo moviliza la creatividad, es inspirador, permite a la esencia brillar, eleva el espíritu. Es una cálida noche de verano cuajada de brillantes estrellas, una ventana al infinito.
Ante lo nuevo solo cabe inclinarse, rendirse, dar gracias. Uno se asombra ante la perfección del Plan Divino y el orden manifestado en la Ley del Dharma. El mosaico se integra, cada pieza encuentra su lugar y el corazón se desborda de amor, plenitud y alegría. El tránsito a lo nuevo es altamente transformador.
Lo nuevo se crea desde el interior. Hay que quererlo, crearlo, tened la voluntad para que se manifieste. Y para ello, soltar patrones, esquemas mentales, fijaciones. Soltarlo todo. Desde la inocencia, la gratitud y la presencia soltar apegos y sufrimiento y volverse a ilusionar. Soltar el pasado, una vez se ha visto, tomado conciencia y elaborado.
El destino es un camino que se recorre, brota del interior del corazón, de la escucha del anhelo de nuestra alma hecha a imagen y semejanza de Dios. Hoy vuelvo otra vez al mantra sagrado del Sutra del corazón: Gate, gate, paragate, parasamgate, Bodhi swaba! “Vamos, vamos, vamos juntos, vamos todos juntos, más allá del más allá, hasta la realización última”.
Texto original © Ascensión Belart.
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