Polvo en el viento

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© Aina Climent Belart

Hay períodos en los que la Vida nos vapulea, sacude y nos da un buen revolcón. En menos de dos años, he perdido a tres personas muy allegadas: a un hermano, a mi madre y al padre de mis hijos y compañero durante dieciocho años. En efecto, hay momentos en los que la Vida nos muestra su lado amargo, sus fauces oscuras y devoradoras que arrasan parte de nuestras relaciones significativas. Hay sucesos que nos dejan perplejos, estupefactos y desconcertados; que nos hacen sentir diezmados, hechos añicos, conmovidos. Ahora bien, las pérdidas pulen las aristas de nuestra arrogancia, del orgullo, la vanidad y toda la sarta de pequeñeces de nuestro ego. Nos llevan más allá de nosotros mismos -a dónde nunca imaginamos-, posiblemente para que la valoremos, honremos y no la demos por hecho. Para que aprendamos a discernir entre lo que tiene importancia  y lo que no la tiene. Sigue leyendo