En los últimos años algunas personas allegadas a mí y otras más o menos cercanas han enfermado de gravedad o han muerto. Observo que después de vivir un tiempo, la vida nos pasa factura, las aficiones dejan secuelas y la realidad nos confronta. Algunos se empeñan en hacer un culto al cuerpo y otros lo maltratan. Es bueno honrar el cuerpo como vehículo de nuestra alma, respetar sus necesidades y ser responsables de nuestra salud y bienestar en un sentido amplio. Ahora bien, ciertamente una enfermedad puede ser el punto de partida para una profunda transformación a nivel físico, emocional, relacional y espiritual. Sigue leyendo