Canto a mí misma

Después de recorrer un buen tramo de Camino puedo afirmar que me amo, me valoro, me respeto, me escucho, me sostengo y acompaño con amor.

Reconozco que ha sido un largo proceso en el que durante más tiempo del que me hubiera gustado me he criticado, desvalorizado, abandonado; me he comparado, rechazado y estado en guerra conmigo.

Lo bueno es que ahora sé lo que necesito, lo que me gusta y lo que me hace bien; ahora se priorizarme, atenderme, darme todo aquello que necesito y estar conmigo a las duras y a las maduras.

He lidiado con mis sombras, recorrido valles oscuros, senderos polvorientos, solitarios desiertos y hondonadas desamparadas. He disfrutado de oasis y vergeles que se han esfumado y experimentado ilusiones hechas añicos y sueños rotos.

He recorrido un largo y tortuoso camino hasta llegar a mi corazón, a mi niña tierna y cariñosa y también a la mujer salvaje, intrépida y desafiante que soy, Kali la regeneradora en constante búsqueda, indagación, reconocimiento e integración.

No creo que haya nada comparable a elegir comprometerse y transitar el camino de la autodependencia. Un proceso en el que ha tomado una importancia fundamental integrar mi arquetipo masculino para dejar de pelearme y perderme en mi relación con los hombres.

Y para ello, he propiciado que mi parte masculina y femenina se vean, se reconozcan, se validen y reconcilien, lo que me ha proporcionado un valor, un poder y una paz que ya es felicidad.

Un proceso cuyo sentido último es integrar para entregar y entregar para integrar, en concordancia y asentimiento a lo que Es.

Desde que tengo memoria he querido conocerme a mí misma y más tarde aceptarme en todas mis partes, aunque no me gustasen; perdonar mis errores, valorar mi proceso, superar miedos y adversidades acompañándome y siéndome fiel, y no ha sido un recorrido exento de dificultades.

Hoy canto, celebro y agradezco el amor por mí misma y en días claros siento mi grandeza al haber trabajado en trascender mi personalidad para reconectar con mi esencia o Ser Superior.

Ahora soy una mujer serena, fuerte y vulnerable, a veces indómita, dócil y contradictoria. Una mujer que ha sufrido y ha gozado, que se está enraizando, floreciendo, empoderando. Una mujer que es buena compañía, que sabe escuchar y disfrutar, creativa, divertida y a veces un poco melancólica.

Una mujer feliz, agradecida y empática con una notable necesidad de preservar su tiempo y espacio. Una mujer leal, intuitiva y compasiva, que hiere (y se hiere) cuando no respeta sus ritmos y necesidades. Una mujer con cicatrices de heridas de guerra, amiga, hermana y madre.

Ahora soy mejor YO para crear un NOSOTROS. Y para ello, me permito estar a mi aire, dejarme ser, darme mis tiempos y espacios de recreo para cuando sea el momento explorar junto a un hombre nuevas y desconocidas danzas de encuentro, contacto y retirada.

Soy una mujer consciente, libre y salvaje que abraza la impermanencia, comprometida con su camino espiritual y su proceso de individuación hasta los huesos.

Y de este proceso personal destilo la quintaesencia para acompañar a quienes así lo sientan.

Gracias a la Vida.

Texto © Ascensión Belart

Foto © Aina Climent Belart

LOS CONTENIDOS Y ARTÍCULOS DE ESTE BLOG ESTÁN PROTEGIDOS CON DERECHOS DE AUTOR “COPYRIGHT ©” SE PUEDEN REPRODUCIR O PUBLICAR EN INTERNET SIEMPRE QUE SE PONGA LA REFERENCIA DE LA AUTORA Y EL LUGAR DE PROCEDENCIA.

Polvo en el viento

caida-libre_ok_2_670

© Aina Climent Belart

Hay períodos en los que la Vida nos vapulea, sacude y nos da un buen revolcón. En menos de dos años, he perdido a tres personas muy allegadas: a un hermano, a mi madre y al padre de mis hijos y compañero durante dieciocho años. En efecto, hay momentos en los que la Vida nos muestra su lado amargo, sus fauces oscuras y devoradoras que arrasan parte de nuestras relaciones significativas. Hay sucesos que nos dejan perplejos, estupefactos y desconcertados; que nos hacen sentir diezmados, hechos añicos, conmovidos. Ahora bien, las pérdidas pulen las aristas de nuestra arrogancia, del orgullo, la vanidad y toda la sarta de pequeñeces de nuestro ego. Nos llevan más allá de nosotros mismos -a dónde nunca imaginamos-, posiblemente para que la valoremos, honremos y no la demos por hecho. Para que aprendamos a discernir entre lo que tiene importancia  y lo que no la tiene. Sigue leyendo

Perdonar es sanar

Foto © Aina Climent Belart

Foto © Aina Climent Belart

Amar, aceptar, perdonar son palabras que en los últimos años escuchamos continuamente; sin embargo a veces no sabemos bien cómo hacerlo, de hecho varias personas me han preguntado cómo se hace, cómo perdonar y aceptar lo que pasó. Desde una perspectiva espiritual, hemos de asentir a lo que es y a lo que fue, a lo que vivimos y sucedió. Algunas personas inconscientemente saben que es bueno perdonar y dicen: “Mis padres lo hicieron lo mejor que pudieron”, y con esto creen haberlo resuelto. Y en efecto, todos lo hacemos (y lo hicimos) lo mejor que podemos (y pudimos). Ahora bien, no es posible superar ni trascender el dolor que negamos, minimizamos u ocultamos. Aunque estemos comprometidos en un proceso espiritual, no somos santos, somos seres humanos, niños heridos en el corazón. ¿Cómo podemos perdonar, verdaderamente, a padres y ancestros? Sigue leyendo