La proyección: el que lo dice lo es

28 noviembre, 2013

Foto © Aina Climent Belart

Foto © Aina Climent Belart

 

Todo es proyección. Bueno, todo es quizás demasiado decir, sin embargo una vez leí que el 90% de la percepción es proyección. Somos como un proyector de películas que emite sin parar. Creemos que percibimos la realidad cuando lo que hacemos es proyectar nuestros contenidos conscientes e inconscientes en ella, volcamos creencias, juicios, opiniones. Interpretamos la realidad, la percibimos a través del filtro de nuestra personalidad y condicionamientos. No vemos la realidad como es, sino como somos. Eso que tan claramente veo y atribuyo al otro… es mío.

La proyección es un mecanismo de defensa que consiste en transferir a otros cualidades y sentimientos que no estamos dispuestos a reconocer como propios. Nos desposeemos de nuestros impulsos, renunciamos a aquellos aspectos de nuestra personalidad que nos son difíciles y poco atractivos, especialmente de la parte instintiva. Con este mecanismo evitamos asumir responsabilidades y nos situamos como víctimas de las circunstancias. Ahora bien, la vida es mezcla: hay luz y oscuridad, sol y estrellas, existe lo dulce y lo amargo. No podemos escindir de la realidad lo que no nos gusta, como hacen los niños con algunos alimentos, bueno sí que podemos, y es justamente lo que nos crea conflictos.

Atribuimos una parte de aquello que nos pertenece a otras personas, nos sacudimos sentimientos y pensamientos y los echamos afuera porque nos molestan, no queremos aceptarlos como propios porque atentan contra nuestra identidad, y decimos por ejemplo: “Yo no soy el agresor, es el otro el que me agrede”.

Jesús de Nazareth lo sabía cuándo hablaba de: “Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”. Esa vendría a ser la proporción de la proyección: de una paja a una viga. Ahora bien, el mismo modo proyectamos lo positivo. El enamoramiento tiene mucho de proyección de la propia esencia luminosa en el otro, así como los sueños, la creatividad y los proyectos de futuro.

La proyección es un problema cuando se hace de forma inconsciente e indiscriminada. Es una resistencia al darse cuenta que genera malestar y conflicto en las relaciones en general, y especialmente en la relación de pareja. Cuando nos enamoramos divinizamos al otro y cuando nos desenamoramos lamentablemente muchas veces le demonizamos. ¿Qué ha cambiado? Aquello que proyectamos en él o en ella, lo mejor o lo peor de nosotros mismos. Y eso lo hacemos también en el día a día.

Cuando cultivamos la práctica de la meditación y sobre todo después de un retiro podemos ver cuanta verdad hay en esto porque al meditar observamos los contenidos de nuestra mente, y así nos hacemos conscientes de hasta qué punto tenemos la costumbre de proyectar afuera nuestro mundo interno.

Existe una forma sencilla de saber cuándo estamos frente a una proyección. Ante un hecho o circunstancia si me quedo “enganchado” con lo que hizo esa persona, estoy proyectando. Si percibí mala intención en alguien y días después sigo hablando de lo mismo, es probable que este proyectando la mía. Podemos observar y darnos cuenta de cuando seguimos “enganchados”, nos pasamos una y otra vez el tráiler, reaccionamos airada y exageradamente, nos justificamos y nos cargamos de razones, entonces estamos proyectando. Si sigo “enganchado” casi seguro estoy proyectando.
Un ejercicio interesante es darle la vuelta al calcetín, por ejemplo, si una persona dice que su pareja no quiere hablar con él, se puede dar la vuelta a la frase y probar a decir que uno mismo no quiere hablar con la pareja. Si estamos dispuestos a recoger proyecciones, si somos sinceros y veraces tal vez empecemos a darnos cuenta de que  uno mismo es el que se distancia y puede hacerse responsable de la situación.

Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares también le da la vuelta y dice: “¿Que te habré hecho para estar tan enfadado contigo?” Visto así, la perspectiva del de la situación conflictiva cambia, se transforma. Es asombroso experimentar cómo se disuelven los conflictos cuando uno mismo toma conciencia de la parte que está añadiendo, la propia responsabilidad en los desencuentros. No hay buenos ni malos, culpables o inocentes, todos somos responsables de lo que sucede en las relaciones. Eso de lo que nos quejamos, eso que reprochamos al otro es posiblemente propio.

Pescar proyecciones es asimilar, incorporar lo que se ha disociado, reconocer como parte de la experiencia aquello que se ha rechazado. La práctica de pescar proyecciones es un buen ejercicio para darnos cuenta de la forma en que contribuimos a crear y alimentar los problemas.

Los conflictos en las relaciones se disuelven cuando evitamos juzgar lo que el otro hace o no hace, dejamos de atribuirle ciertas intenciones y observamos con detenimiento y sin justificaciones nuestros mecanismos egoicos. Vanidad,  arrogancia, orgullo, egoísmo, falta de sensibilidad, menosprecio. Si no miras dentro es que miras afuera. Entonces, en lugar de mirar y juzgar al otro uno ha de mirarse a sí mismo. Hay que ser valiente para querer ver y aceptar las debilidades y mezquindades, lo feo y lo oscuro de uno mismo. Juguemos a pescar proyecciones. Eso que me molesta, eso que rechazo del otro ¿no es también mío?

Texto original © Ascensión Belart.

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