La adolescente interior

A menudo hablamos de conectar con el niño y la niña interior, ahora bien, también podemos reconectar con el/la adolescente que fuimos viéndola/o, hablando con él o ella, dejando que exprese su voz, reconociéndola/o y aceptándola/o por completo. ⠀⁠

⁠Reencontramos con el/la adolescente que fuimos: curiosa, rebelde, reivindicativo, autoafirmativa, con ganas de comerse el mundo y ser independiente; que anhelaba experimentar, sentirse libre, arriesgarse y tomar distancia de la familia. Reconocerla, reconocerlo para integrarla e integrarlo.

Podemos aceptar y validar también la energía sexual que desprendía sin vergüenza, culpas ni remordimientos y su deseo de experimentar la intimidad sexual como una manifestación de  vitalidad instintiva y de la necesidad emocional de ser abrazada, sostenida, amado. Y también aceptar y validar sus dificultades con la sexualidad y el miedo a las relaciones íntimas, tal vez hubiera motivos para ello.

C.G Jung denominó puer aeternus al arquetipo del adolescente y puella aeterna al arquetipo de la adolescente representada en la mitología como Kore (en griego «doncella»).

El hecho de reconocer e integrar al adolescente genera apertura, energía y vitalidad; facilita la recuperación del espíritu filosófico, crítico e idealista con aspiraciones para transformar el mundo.

Cuando rechazamos al adolescente que fuimos o lo ignoramos, excluimos y dejamos en la sombra sus cualidades y potencialidades, y tal vez estemos en guerra con dichos aspectos.

Al integrarlo y reconciliarnos con él o ella con ternura, sin mostrarnos duros con su vulnerabilidad, sus miedos, errores, inseguridades y carencias nos sentiremos más integrados y menos fragmentados. Para reconectar con el/la adolescente interior podemos inspirarnos mirando fotos y ver las emociones que nos suscitan.

Ahora sonrío al recordar la manera en la que la adolescente que fui rechazó con contundencia a la niña por encontrarla demasiado sensible y en un arranque autoafirmativo quemó sus diarios en una original formación rocosa de granito en la Sierra de Madrid que en mi familia denominábamos “La cueva de los lobos”. Ahí tomó el mando y decidió suprimir su vulnerabilidad transformándola en rabia autoafirmativa, algo que en realidad no era posible y que trajo consigo numerosos conflictos interpersonales.

En verdad, podemos elegir entre ser nuestro/a peor enemigo/a o nuestro/a mejor aliado/a, dependiendo de si nos rechazamos o elegimos aceptarnos por completo en todas nuestras partes.

A LA ADOLESCENTE QUE FUI LE DIRÍA:  

  • Confía en ti, confía en la Vida, mantente conectada a tu Yo Superior, a algo más Grande.
  • Ámate a ti misma, respeta tus tiempos, ritmos y necesidades, aprende a canalizar tu energía vital/sexual para no depender del otro, permanece conectada y aprende a nutrirte con todo aquello que te atrae e inspira.
  • Mantén tu rumbo, enfócate en tus asuntos, no te distraigas ni pierdas el tiempo en relaciones de dependencia, cuida de tu energía vital, no la derroches.
  • Otórgate el derecho de poner límites a tiempo y no cuando ya sea tarde y explotes y dañes al otro y a ti misma de paso sintiéndote culpable. Di NO con claridad y firmeza.
  • Recuerda: todo es posible, mereces, tienes todas tus capacidades a tu disposición. El universo te apoya y quiere que te realices.
  • Practica el cultivo de tu soledad. Todo el amor que necesitas vive dentro de ti, eres guiada y sostenida.
  • Mantente conectada a tu centro, eres valiosa, aprecia y cuida de tu vulnerabilidad como señal de sensibilidad.
  • Se fiel a ti misma. Amate, acógete, sostente, respétate, abrázate fuerte ante las inclemencias ambientales y confía en la Existencia.
  • No corras, ve despacio, que a donde tienes que ir es a ti misma.

Texto original © Ascensión Belart

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